La historia de la Virgen de Santa María de la Mesa se confunde con los orígenes de un hospital medieval del mismo nombre, situado en una calle aledaña –a la Parroquia Mayor-, hoy Sor Marciala de la Cruz (antigua Montamarta), donde residió muchos siglos tan peregrina imagen, y también con la propia nascencia del gran templo del mismo título, al que pasó –tan egregia efigie- en la segunda mitad del convulsivo siglo XIX.
Como curiosidad, el mismo título parroquial tiene la de Santa María de la Mesa de la bella población de Zahara de la Sierra, al parecer, llevado allí por miembros de la familia Arias de Saavedra de Utrera, durante la Reconquista...
Es una imagen, según los expertos, gótica del siglo XIV, sedente de madera policromada en su momento, mutilada para vestirla y ponerla de pie con metro y medio de altura. Desgraciadamente, fue una práctica común en muchos casos de nuestra iconografía ancestral. Sin embargo, su rostro noble de antigua estirpe aunque pueda parece inexpresivo, como dijo el pregonero de las glorias de este año, Salvador de Quinta, es enigmático y sus grandes ojos a muchos les hechizan como un imán.
Cuentan los viejos papeles que la Virgen vivía, en una pequeña capilla (que se conserva hoy como casa particular), rodeada de mujeres pobres naturales del lugar, servidas por seis ermitaños o enfermeros de hábito pardo. Después tuvo cofradía a la que perteneció el mismísimo Rodrigo Caro en el siglo XVII, a la que calificó de muy antigua. Normalmente, el nosocomio fue administrado por curas beneficiados pertenecientes al extenso clero parroquial.
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